Uno de los mayores problemas en las empresas es tener una mala comunicación, ya que daña de manera directa el clima laboral y repercute tanto en la eficiencia como en la productividad de la compañía.
El “teléfono descompuesto” es un antiguo juego infantil. Consiste en susurrar un mensaje en el oído de un niño y este se lo comparte a otro y así hasta llegar al último de los participantes. El juego consiste en observar las diferencias entre el enunciado del primero con lo que entendió el último de los jugadores. En estos casos, las “distorsiones en el mensaje” son motivo de risas pero, cuando eso sucede en una empresa, el resultado es la probable pérdida de dinero.

Sólo para considerar la magnitud de las potenciales pérdidas por una comunicación ineficiente alcanza con calcular el “valor hora” de cada persona multiplicada por toda la nómina haciendo un trabajo distinto al que fue encomendado originalmente.
En estos tiempos de inmediatez, ya sea por el contenido o la forma, las personas tienen malentendidos a diario con la consecuente aparición de conflictos. Por esa razón, es sumamente necesario que los líderes de las diferentes organizaciones -empresarios, directivos, gerentes, jefes o encargados- sean entrenados para tener una comunicación directa y eficiente.
A modo de sugerencia, una técnica de gran utilidad para eliminar los supuestos es chequear lo expresado. Ejemplo:
- Si soy emisor en una comunicación: -“Para ver si mi mensaje fue claro, ¿qué entendiste de lo que acabo de decirte?»
- Si soy receptor en una comunicación: -“A ver si te entendí bien lo que explicaste, ¿lo que decís es (………..) y yo debo hacer (………..)?”
En resumen, del mismo modo que un corredor se entrena para participar de una maratón, un líder debe entrenar su comunicación para mejorar tanto su rendimiento personal como el de su equipo.
