Editorial, por Carlos Maipah, Director de NUEVO Digital de Escobar.
Tiempo atrás comenzamos a prever severos cambios en nuestro planeta. Esa posibilidad fue asumida como un riesgo real e inevitable. Lo que nunca nadie pensó es que se convertiría en una triste realidad durante ésta, nuestra vida.

Esa mudanza no llegó sola. Arribó acompañada de sus consecuencias directas: fenómenos meteorológicos de inusitada intensidad, derretimiento de los hielos, extinción de especies animales y vegetales, cambios en las mareas, violentos temporales y el impacto directo en millones de personas inmersas en hambrunas y otras pestes.
Todos miramos esperanzados hacia las grandes potencias. Ellas, seguramente, encontrarían una solución al recalentamiento global y a la sistemática destrucción de la capa de ozono. Sin embargo fueron precisamente estas naciones líderes las principales víctimas de un enemigo invisible que puso en jaque al vilipendiado sistema que regía (y aún rige) en buena parte del mundo: el capitalismo. Las potencias, tambaleantes, nos brindan un triste espectáculo a través de la televisión y las redes. Quedaron expuestas en su debilidad para enfrentar al nuevo enemigo. Su única reacción fue -una vez más- buscar a un culpable mediante campañas mediáticas creadas por sus servicios. Sus acusaciones entrecruzadas cansaron y asquearon a la gente común que no busca culpables sino soluciones.
Mientras tanto, como único paliativo, seguiremos escondidos en nuestros vulnerables nidos de paja y barro o en costosas jaulas de oro, pero encerrados al fin. Tendremos que reprogramar nuestro estilo de vida. Deberemos reconocer nuestra ignorancia, oculta bajo el caparazón de la soberbia; tendremos que re-aprender a vivir y todo eso genera incertidumbre. Ella, la certeza de la incerteza, será por mucho tiempo nuestra nueva compañía. Con ella conviviremos hasta la puesta en marcha de un nuevo orden mundial.
Deberemos buscar aquellos valores de los que nos desprendimos buscando aligerar la carga para correr más veloces atrás de los placeres del consumismo. Lujo y ostentación de poco sirven ahora.
¿Dónde encontraremos valores tales como sinceridad, respeto, honestidad, tolerancia, comprensión? Ninguno de ellos puede ser adquirido en un shopping, una universidad o googleando en nuestro teléfono o computadora. Para tenerlos no es necesaria un cartón de crédito sin límite o una tarjeta de presentación del poderoso de turno. Esos valores están muy cerca… están ocultos dentro nuestro. Forman parte de nuestra herencia genética, heredada de antepasados lejanos y no tanto, que sobrevivieron a otras guerras, a otras pestes, a la debacle de otros sistemas y a la caída de otros imperios.
Esos valores, imprescindibles para enfrentar este cambio de paradigma, están dentro nuestro. Lo difícil no será encontrarlos sino aprender a usarlos y convivir con ellos, haciendo de su uso y abuso nuestra nueva forma de vida.
Pasada la pandemia, a pesar de su luctuoso saldo, iniciaremos la reconstrucción de nuestras vidas… y con una nueva filosofía. Habrá cambios profundos, dentro y fuera. Adaptarnos a esos cambios será el secreto que nos depositará en la felicidad o en la frustración. De nosotros y de nuestra capacidad de adaptación dependerá uno u otro destino. Aprovechemos este período de aislamiento que aún nos queda transitar para comenzar a buscarlos y desempolvarlos.
Cuando finalmente salgamos e intentemos reiniciar una vida normal, descubriremos que todo ha cambiado… incluso los parámetros de la «normalidad».
Si somos inteligentes… sólo si somos inteligentes, saldremos gananciosos. Será el nuevo desafío. ¿Lo intentamos?
Carlos Maipah