Alguna vez todos nosotros hemos hecho algo despreciable, algo que lamentamos. Pudiera haber sido maltratar a una persona ingenua o, tal vez, fallar a persona que siempre nos hacía bien. Vemos a la culpa en nuestro corazón.
No obstante, a veces pasa que no sentimos la liberación de nuestro pecado
insidioso. La culpa aunque sea perdonada se ha consolidado en la vergüenza.
Como resultado, no nos sentimos dignos de agruparnos entre gente buena. Andamos
cabizbajos y deprimidos. Algunos describen
esta postura como la incapacidad de perdonar a nosotros mismos.
¿No es que esta condición venga de la vanidad? ¿No es que estemos exagerando nuestra propia bondad? En realidad todos somos pobres pecadores en necesidad de la gracia de Jesucristo. Entonces, ¿qué importa si violamos a nuestros principios si ya hemos recibido el perdón de Jesucristo?

Por la gracia del perdón estamos fortalecidos a hacer cosas buenas, no cosas malas. Aunque nos parece imposible no mirar de nuevo la pornografía o no participar más en el chisme, tenemos que hacer todo esfuerzo para evitar estas cosas… No recordar lo pasado ni pensar en lo antiguo; debemos realizar algo nuevo.
“Que todos nosotros busquemos la
misericordia de Jesús en la Reconciliación”. Particularmente si nos encontramos
en grande fallos, necesitamos su misericordia.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que
Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti,
Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.
Claudio Valerio