Es común escuchar continuamente de los protestantes, para atacar la virginidad de María, que si Jesús tuvo hermanos, María no pudo ser virgen.
Pero, el hecho es que entre los hebreos la palabra «hermano» no tiene el mismo significado que para nosotros. Nosotros llamamos «hermanos» a los hijos de los mismo padres, pero los hebreos llamaban «hermanos» a los parientes en general: primos, tíos, sobrinos, etc… La Biblia llama «hermanos» a los de la misma raza.

El mismo Jesús llamó «hermanos» a los discípulos, y a todo el que hiciera la voluntad del Padre. Pero hay algo más. Acoger a Jesús como profeta significa estar dispuestos a escuchar el mensaje que nos dirige en nombre de Dios.
Los cristianos tenemos imágenes bastante diferentes de Jesús. No todas coinciden con las que tenían los que lo conocieron de cerca y lo siguieron. Cada uno nos hacemos nuestra idea de él. Esta imagen condiciona nuestra forma de vivir la fe. Si nuestra imagen de Jesús es pobre, parcial o distorsionada, nuestra fe será pobre, parcial o distorsionada.
¿Por qué nos esforzamos tan poco en conocer a Jesús? ¿Por qué nos escandaliza recordar sus rasgos humanos? ¿Por qué nos resistimos a confesar que Dios se ha encarnado en un Profeta? ¿Intuimos tal vez que su vida profética nos obligaría a transformar profundamente nuestras comunidades y nuestra vida?
Es increíble la atención que llama el fútbol estos días. Casi todo el mundo quiere ver los finales del campeonato de la Copa del Mundo. Sea el ganador de América, de Asia, o de Europa a lo mejor en cuatro años habrá otro… Tengamos presente que es el amor de Dios por nosotros que no cambia nunca. Jesús nos lo proclamó y ahora somos nosotros quienes debemos anunciarlo a los demás. Por el respeto, el servicio y los sacrificios, somos para anunciar el amor de Dios.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.
Claudio Valerio