Sigo el debate sobre la Ley de Despenalización del Aborto con toda la pluralidad posible y veo, incrédula, cómo algunas mujeres optan por la violencia -que tanto pretendemos como mujeres erradicar- para realizar su reclamo. Me escandalizo (había resultado pacata) pero me alegra que, al fin, se hable del tema y se instale la discusión tanto en el Congreso como en la sociedad.
La realidad y el pragmatismo nos dice que urge la despenalización, sólo para evitar que se siga practicando clandestinamente poniendo en riesgo la integridad y la vida de las mujeres, que en esa situación no tenemos contención ni un lugar seguro y gratuito donde acudir, o terminando en una guardia casi desangradas o a punto de una infección porque utilizaron pastillas o quién sabe qué. El aborto se practica, señores. Seguro y no seguro; caro y barato, pero clandestino siempre. Favaloro lo dijo claramente, hay quienes pueden pagar una intervención segura y pobres chicas que terminan muertas por no poder. Razones o motivos para interrumpir un embarazo hay tantas como mujeres sobre la tierra, lo importante es no pagar las decisiones con la vida, o con el útero, en el mejor de los casos.
Planteada mi postura acerca del tema, y poniéndola de lado, concluyo que lo realmente importante es que hace un par de años ni se nos hubiera ocurrido plantear el debate. La voz mandante en ese momento se había proclamado en contra y listo, chau debate. Hoy, en cambio, la voz mandante pone de lado su opinión personal acerca del tema, y cumple con sus deberes escuchando y viendo la realidad, le guste o no, y tratando el tema en el Congreso por primera vez mucho tiempo, como nunca se había tratado.
Lamentablemente, la violencia y la intolerancia están tan arraigadas en nuestra “agrietada” sociedad, que todo termina siendo parte de la política. Detrás de hechos violentos siempre están los mismos actores, en las sombras, taladrando y embruteciendo cerebros, opacando toda buena causa de reclamo. También están los que después de años de gestión y ya en otras actividades, tienen las soluciones a todos los problemas. Se ve que el cambio de repente les aclaró las ideas, y más de uno nos sorprende de vez en cuando con alguna epifanía. Tardía, pero epifanía al fin.
Lo importante es que el debate está planteado, tanto en el Congreso como en la sociedad. Hay cosas de las que HAY que hablar. Porque hay mujeres que se mueren a diario. Porque las cosas pasan, nos guste o no, estemos o no de acuerdo.
Leticia Russo