Con ejemplos tomados de la experiencia, debemos animarnos a trabajar siempre con realismo, con paciencia y con una confianza grande. No es posible abrirnos caminos a la vida de Dios de cualquier manera. Se tienen que fijar en cómo trabajar en ellos.
Lo primero que hemos de saber es que nuestra tarea debe ser la de sembrar, para luego cosechar. No vivir pendientes de los resultados. No nos ha de preocupar la eficacia ni el éxito inmediato. Nuestra atención se debe centrar en sembrar el bien. Tenemos que ser sembradores. Nada más.
Hemos de recuperar el gesto humilde del sembrador. Olvidar la lógica del cosechador, que sale siempre a recoger frutos, y entrar en la lógica paciente del que siembra un futuro mejor.

Los comienzos de toda siembra siempre son humildes; más todavía si se trata de sembrar un proyecto de vida. La fuerza de la fe no es nunca algo espectacular o clamoroso; es como sembrar algo tan pequeño e insignificante como «un grano de mostaza» que germina secretamente en nuestros corazones.
Nuestro proyecto de vida debe apuntar a hacer un mundo más humano y que lleve dentro una fuerza transformadora que ya no depende del sembrador. Cuando la fe penetra en una persona o en un grupo humano, allí comienza a crecer algo que a nosotros nos desborda.
En medio de una sociedad cada vez más indiferente y que en varias oportunidades rechaza de todos los principios religiosos y morales, no sabemos cómo actuar en esta situación nueva e inédita; nadie tiene la receta. Nadie sabe exactamente lo que hay que hacer. Lo que necesitamos es buscar caminos nuevos con la humildad y la confianza en Dios.
Tarde o temprano, sentiremos la necesidad de volver a lo esencial. Descubriremos que solo la fuerza de la fe puede regenerar una la sociedad como la nuestra, descristianizada. Entonces aprenderemos a sembrar, con humildad, una fe renovada, y transmitida por nuestros esfuerzos.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires) recibe un abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperesen todo, y derrame sobre ti, mucha Prosperidad, Amor, y Paz.
Claudio Valerio