23 septiembre, 2023

Si no hay igualdad no hay justicia

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Por Carlos H. Maipah

La determinación de un Juez al conceder a Luis Patti el beneficio de la prisión domiciliaria pone nuevamente en el tapete las nefastas consecuencias que la existencia de “hijos y entenados” provoca en nuestro país ante cada sentencia o circunstancia. Apenas conocido el fallo, entidades vinculadas a los Derechos Humanos pusieron el grito en el cielo e inmediatamente las redes sociales estallaron con opiniones a favor y en contra, profundizando los enfrentamientos entre argentinos. Y de nada sirve hacernos los distraídos o mirar para otro lado. En un país serio, donde todo el mundo es juzgado con la misma vara y sólo se analizan los hechos y lo que la ley establece como pena para los mismos, nada de esto sucede. El principio de igualdad ante la ley elimina el riesgo de cuestionamientos como los que hoy nos ocupan, pero en Argentina no es así. Vivimos una justicia “sui generis”, donde condenados son candidatos mediante los artilugios de sus abogados y el guiño cómplice de jueces; donde los empresarios que pagaban coimas están presos y los funcionarios que las recibían siguen ocupando bancas o presentándose para ocuparlas; donde es vox pópuli que la cárcel es para los pobres, en tanto los ricos gozan de garantías que van aún más allá del código más garantista imaginable.

Ahora bien… ¿Quién puede cuestionar que Luis Patti cumpla su condena en su domicilio? Aquellos que hoy se rasgan las vestiduras ante esta determinación judicial son los mismos que pocas semanas atrás clamaban para que Milagros Sala se fuera a una casa con todo el confort. En esa visión subjetiva de los hechos, nacida al amparo de fallos absurdos cargados de “amiguismo” y conveniencias políticas (cuando no económicas), cada fallo, cada sentencia, va a ser discutida y rechazada por sectores enteros de la población, profundizando la tan de moda “brecha”.
Patti tiene sus seguidores, aún después de años de aislamiento en un penal y de una campaña de demonización, como los tiene Milagros Sala, Carlos Menem, Cristina Kirchner y cualquier protagonista de la vida política del país. En mayor o menor medida, pero los tienen. Y si vamos a hablar de crímenes, vayan a explicarle a las viudas, a las madres y a los huérfanos de uno y otro bando, que algunos son crímenes de lesa humanidad y otros no. La muerte es siempre muerte, en forma independiente de las motivaciones que lo provocaron. ¿O acaso alguien puede imaginar que el sufrimiento del huérfano de un padre militar o directivo de una multinacional es diferente al sufrimiento de otros huérfanos asesinados por la barbarie militar?

De cualquier forma, el grado de fanatismo de algunos sectores los lleva a no entender lo que se está discutiendo y a confundir al pueblo, que ya imagina a Patti nuevamente al frente del municipio. Gente… la sentencia del Juez no habla de condonación de pena. Tampoco estamos debatiendo un indulto y mucho menos el grado de responsabilidad que puede competerle en los hechos imputados. Estamos discutiendo respecto al lugar donde cumpla esa condena, ratificada hasta por la Suprema Corte, en un país donde las cárceles no son para castigo de los condenados sino para mantenerlos aislados porque implican un riesgo social. Claro… con sólo recordar las escasas imágenes que circulan sobre las condiciones de cualquier detenido cuesta creer esta afirmación, pero es lo que la ley dice.

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Debatir el “caso Patti” es estéril, como lo es discutir cualquier caso particular. Los agravantes y atenuantes que puedan existir son los que permiten al juez determinar la condena entre una pena mínima establecida y una máxima. No es necesario reinventar las leyes y mucho menos cambiarlas o desobedecerlas. Hace falta aplicarlas y cumplirlas.

El gran debate que los argentinos nos debemos es para definir la interpretación de las leyes y ponerle límite real a las “jurisprudencias” sentadas por caprichos o intereses de jueces y gobiernos de turno. Leyes sobran, hay muchas más que las necesarias; lo que hace falta es cumplirlas sin excepciones. Recién entonces se respetará el principio básico de igualdad ante la ley. Ese será el día en que la venda vuelva a cubrir los ojos de la justicia y todos, absolutamente todos, sean iguales ante la ley, cualquiera haya sido el bando donde la historia los encontró. Acá hubo un ejército que se extralimitó en una orden constitucional de un gobierno constitucional y otro autotitulado ejército del pueblo, que también se extralimitó… pero sus integrantes no están presos. La desaparición de Julio López en tiempos del kirchnerismo es tan grave como la de Santiago Maldonado en tiempos del macrismo, aunque se argumenten justificativos. Tenemos condenados que son candidatos sólo por seguir presentando recursos e inocentes en las cárceles sólo porque no tienen el poderío económico para sustentar defensas casi eternas.

Discutamos si debemos implementar la pena de muerte para reincidentes de delitos aberrantes; debatamos si no sería hora de que una perpetua sea (como su palabra lo indica) para toda la vida; analicemos cuándo una condena queda definitivamente firme y después, recién después de tener un criterio unánime, apliquemos la misma ley a todos los habitantes del suelo argentino. Mientras esto no suceda, cada condena será sólo un papel escrito y de cumplimiento relativo, sujeto a interpretaciones individuales de jueces que “tienen su corazoncito” y el pueblo continuará dividido en bandos enfrentados en una lucha eterna donde todos creen tener razón.

Nuestro derecho está inspirado en el derecho romano. Tal vez sea hora de recordar uno de sus preceptos fundamentales: Dura lex sed lex.

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